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La consejera Adela Martínez-Cachá y Ángel Meca visitan la granja de caracoles de José Rubio. / DAVID GINER / AGM |
Casi 30.000 metros cuadrados de invernaderos están destinados en la Región a la cría de este gasterópodo, considerado una 'delicatessen' en la alta cocina
Son El Rey del Caracol y quieren convertirse en los reyes del caracol en todo el mundo. Son casi 40 los productores de caracol que ya hay en la Región, la mayoría en Águilas y Lorca, pero también en Murcia y Cartagena; una categoría de 'ganaderos' relativamente nueva que se han unido en la cooperativa de productores Helix Águilas Mediterráneo y que bajo la marca comercial El Rey del Caracol están abriendo mercado con su producto. Hoy, precisamente, cuenta Diego Sánchez, presidente de la cooperativa, «estamos manteniendo una reunión para vender caracoles a Italia. Y en agosto me marcho a Dubái».
Agricultores y ganaderos en su mayoría, han hecho del defecto virtud y han convertido lo que era una plaga en una fuente de recursos. Así, el caracol común ('Helix aspersa Müller'), que antes se comía lechugas y acelgas de sus campos y mermaba sus cosechas, se ha convertido en una oportunidad para hacer frente al coste cada vez mayor de la producción de hortalizas y en una manera de diversificar el negocio para no apostarlo todo a una carta.
Diego Sánchez socio fundador de la sociedad cooperativa que aglutina a los productores murcianos y también a algunos andaluces -«incluso vendemos caracoles, boquinegros y chupaeros de productores de Asturias», explica-, lleva siete años en el negocio. «Monté la primera granja y perdí más de 3.000 euros porque no me garantizaban la salida del producto. Para poder vender necesitas una producción mínima de entre 10.000 y 30.000 kilos -por cada kilo se cuentan unos 100 caracoles 'bordados' (con una talla ya buena) y unos 250 pequeños-», aclara Sánchez, ya que los compradores quieren garantizarse tener suministro todo el año. Por eso Diego Sánchez decidió montar la cooperativa, desde la que asesoran a sus nuevos socios.
Ahora en la Región ya hay destinados entre 25.000 y 30.000 metros cuadrados de invernaderos a la helicicultura -cría del caracol-, con una capacidad de producción de entre 6.000 y 12.000 kilos anuales por cada 1.000 metros cuadrados de invernaderos, detallan desde la sociedad cooperativa.
EN CIFRAS
12.000: son los kilos que se pueden producir al año en una granja de caracoles de 1.000 metros cuadrados.
120: huevos pone como máximo cada caracol, que tiene en estado silvestre dos puestas (primavera y otoño), pero que en invernadero puede llegar a tener hasta cuatro.
Actualmente, el principal mercado de este producto culinario, considerado una 'delicatessen' en la alta cocina, pero que ha formado parte de la alimentación humana desde la época de las cavernas, es el Levante español -Cataluña y Valencia, sobre todo- y Francia -«allí les gustan muy grandes, de unos 33 gramos cada uno; en España los prefieren de entre 8 y 10 gramos», comenta Sánchez-; y los principales vendedores a nivel mundial, Marruecos y Grecia. «Ellos no son productores son recolectores», puntualiza Sánchez, que se queja de que los caracoles silvestres no cumplen con los requisitos sanitarios necesarios y que es ilegal su venta; «el caracol marroquí está reventando el mercado», añade; y detalla que pueden vender el kilo de caracol silvestre a entre 0,70 y 1 euro, mientras que el precio del cultivado está entre 3,5 y 5 euros el kilo.
El cultivo del caracol tiene muchas ventajas. Por una parte, salvaguarda las poblaciones silvestres, ya que evita las recolecciones masivas del campo al criarse en una granja especialmente preparada para ellos. Y, por otra parte, advierte Sánchez, «el caracol es un animal carroñero y los análisis que hemos ido haciendo nos han permitido descubrir que acumulan muchas toxinas en la carne. ¡Un caracol puede alimentarse de matarratas y no se muere!», afirma. Por ello, un caracol que crece en libertad puede ir acumulando a lo largo de su vida fitosanitarios e insecticidas y otros tóxicos que luego pasan a las personas que los consumen.
Inversión rentable
Hermafroditas -«aunque necesitan pareja para procrear», revela Sánchez-, con 272 dientes -«pese a que mucha gente cree que no tienen», añade-, el principal problema al que se enfrentan los helicicultores (criadores de caracoles) es el de las bacterias, si no se desinfectan pueden contener salmonella o legionella, y el calor. «Julio y agosto son los peores meses, porque el excesivo calor puede producir una mortandad excesiva, por eso, en estos dos meses, los recogemos todos y los metemos en cámaras -a entre 4 y 8º C- para que hibernen.
Otra de las ventajas del cultivo del caracol es que la inversión necesaria para poner en marcha una granja no es excesivamente grande. «Por unos 18.000 euros puedes montar la granja. Es dinero, pero comparado con la inversión que tienes que hacer para montar un invernadero de hortalizas no es gran cosa», considera Sánchez, quien advierte que en la cooperativa no admiten inversores, «solo queremos socios productores». No obstante, aclara, los que piensen que con soltarlos y dejarlos está hecho el negocio, están muy equivocados. «Tienen su trabajo diario. Hay que recoger los caracoles muertos, para que, si tienen cualquier enfermedad, no se la transmitan a otros caracoles; hay que darles de comer todos los días y regar la granja con microaspersores dos veces al día. Hay que plantar pasto, para que los caracoles se refugien y las temperaturas sean más bajas; y, si los cuidas, la mortalidad no supera el 15%», detalla Sánchez.
«En principio, sobre el papel, parece buena inversión», apunta José Rubio, que acaba de sumarse a esta categoría de 'ganaderos' con una granja de 1.500 metros cuadrados en Doña Inés, en la que ha metido de inicio 600 kilos de caracoles (unos 75.000, calcula) y tendrá que esperar al menos tres meses para sacar su primera producción -estima que podría ser de unos dos millones de caracoles, si todo va bien-. «De momento soy novato en esto, solo llevo dos meses», asegura este emprendedor de 65 años y «jubilándome, pero voy a trabajar hasta un par de horas antes de morirme».
Fuente: Pepa García | laverdad.es